miércoles, 8 de enero de 2014

De la levedad



Érase un alma tan leve que cuando murió su cuerpo
era tal su levedad que pasó sin detenerse ante la Puerta del cielo

Al menos eso fue lo que creyó el Guardián de la Puerta

     Y el Guardián de la Puerta alarmado
temiendo que fuera a dar al Abismo o Vórtice de la nada
le sugirió que, a modo de plomadas, dejara caer palabras pesadas
Y el alma leve dijo: cedro, argamasa, potala, escaparate

Pero siguió levitando


Y el Guardián de la Puerta le sugirió que probara con malas palabras
Y el alma leve dijo palabras crapulosas
que la censura celeste me impide repetir

Pero siguió levitando

Y el Guardián de la Puerta le sugirió que probara con palabras inmundas
Y el alma leve dijo palabras abyectas
que el asco me hace imposible repetir

Y finalmente el alma leve se perdió de vista
ante la mirada desolada del Guardián de la Puerta

El Guardián de la Puerta
que era en realidad Sir Isaac Newton en apariencia de Guardián de la Puerta
no lograría comprender que per saecula saeculorum nada sabría
sobre el libre vuelo o caída de las almas en el espacio angélico
ni mucho menos entender

que en eso consistía su propio y exclusivo círculo del infierno.



R.B.           


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