sábado, 15 de febrero de 2014

Antes de que crezca, os escucharé Isaías


   ¡Hace mucho que hemos olvidado el escuchar!
    Si Él -en otro tiempo- nos hubiera plantado
    plantado como hierba de dunas,
    en el mar eterno,
    creceríamos en pasturas tupidas,
    como la lechuga crece en el huerto.

   Aunque tengamos asuntos
    que nos lleven más allá
                de su luz,
    aunque bebamos el agua de cañerías
    que se acerque muriendo
    a nuestra boca, eternamente sedienta,
    aunque caminemos por una calle
    bajo la cual la tierra ha sido llevada al silencio
    por un empedrado...
        no debemos vender nuestro oído,
        oh, nuestro oído no debemos vender.

   También en el mercado,
    en el cálculo del polvo,
    más de uno da -rápidamente- un salto
    sobre la cuerda de la nostalgia;
        porque él escuchó algo,
        dio el salto fuera del polvo
        y sació su oído.

   Apretad; oh, apretad -en el día de la
    destrucción-
    a la tierra el oído que escucha,
    y escucharéis, a través del sueño
    escucharéis
    cómo en la muerte
         empieza la vida.

*Isaías: Y puso mi boca como espada aguda,   
me cubrió con la sombra de su mano;   
y me puso por saeta bruñida,   
me guardó en su aljaba.   


n. s.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario