Había mujeres débiles,
y además mujeres fáciles
y mujeres fatales
que lloraban gritaban sollozaban
delante de hombres de paja
que ardían
Niños extraviados corrían por calles en ruinas
muy pálidos al saber que nunca más volverían a encontrarse
Y jefes de familia
que ya no distinguían el suelo del techo
revoloteaban de un piso al otro
en una lluvia de felpudos de lámparas de cucharillas y de plumones
Todo se iba
La ciudad se desmoronaba
bullía
se desmenuzaba
y giraba sobre sí misma
sin que pareciera moverse
Unos cerdos negros cegados
en la súbita oscuridad
de una pocilga moderna en desuso
galopaban
La ciudad se iba
sudando sangre yagua
envases de gas reventados
Los que sólo soñaron en heridas y golpes
se despertaban
decapitados
habiendo perdido peines y cepillos
y otras cositas mundanas
Una boda muy negra muerta de pie
desde el padrino hasta los novios
conservaban un equilibrio de ceniza petrificada
frente a un fotógrafo
torrado aterrado
Ruinas recientes totalmente nuevas
homenaje de guerra
juegos de rompecabezas
ganancias y pérdidas
leña y carbón
En lo que quedaba de una casa de obreros
una tortilla abandonada
colgaba como ropa vieja
sobre un ventanal roto
y en las migajas de un viejo lecho calcinado mezcladas con el
serrín gris de un armario volatilizado
la carne humana se incorporaba al asado de carne comestible
En las bambalinas del progreso
hombres íntegros proseguían integralmente la desintegración
progresiva de la materia viva
desamparada.
j. p.
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