Ahora se trata de apacentar
bestias.
Prefiero verlas como si fueras tú
como gran vehículo feroz.
Sos muy capaz de embestir con tus
espadones,
sacudir la tierra con tu carrerón.
No se conocen tempestades que un
día se te opongan
ni oscuridades que las regulen.
Pero yo amo tu velocidad y sus
desmanes,
reverencio el desquicio huracanado
de tu anarquía. Ah quién pudiera
ver un día
a tal bestia desplomarse como
truenos:
¡yo correría a entregarte
un pajarito hipnotizado como mi
ofrenda!
Vuela tu tonelaje, más que galopar.
Valoro el disfraz terrorífico
con que creés eludirme;
pero no me despistes el amor:
tú sos tú, te huelo fácilmente
por más que te aparezcas ungulada,
empezuñada.
Pues sin ti nada soy,
monstruo tiernito te llego al
corazón
con mi dardo embebido en licor de
ternura.
Es la misma estocada que nos hizo
uno
aquel día evanescente en que
nacimos
uno disfrazado de otro,
dos bestias conyugales
bajo ropaje de barbarie e instinto.
m. s.
de 'Boleros ceremoniales' 1997
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