Aquel bosque de
encantamiento, donde los rostros se ponían alternativamente blancos y negros,
ya entrando en la luz, ya desvaneciéndose en la nada, aquel caos de claroscuro
(después de la franca luminosidad de los campos) era a la mente de Syme un
símbolo perfecto del mundo en que se encontraba metido desde hacía tres días; aquel
mundo en que los hombres se quitaban las barbas, las gafas, las narices, y se
metamorfoseaban en otros. Mañana. Tres hasta el Domingo.
J & GK.
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