Tuerto
El pajarero aquél de la Cordillera Azul era tan hábil para
camuflajearse entre el follaje a fin de observar inmóvil los hábitos de las
aves con las que Tonarachi se entendía, que éstas terminaron por ignorarlo y revolotear
a su derredor con naturalidad y confianza. Llegaron incluso a posarse entre las
ramas que él entrelazaba sobre su gran sombrero de paja y a chorrearlo de caca
mientras mantenía, apretando los dientes, su inmovilidad. Por eso, no pudo
manotear a tiempo cuando un sediento colibrí le picoteó el ojo izquierdo
queriendo succionar sus lagrimales.
G.C.
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